miércoles, 23 de noviembre de 2016

Hoy fui a un entierro

Hoy fui a un entierro. Y  volví a mis caminos pensando si eso era lo que quería, si tenía el maldito coraje de enfrentarme a mis temores o morir en el intento, pero batallando una guerra contra la sinceridad y la franqueza o quedarme así nomas, mirando fijo a la nada con ambas manos pegadas a los lados.
Si supieras el frío que siento en mi alma, como parece que se me congela el cuerpo, que si tan solo me rosaras, escucharías romperse como cristal cada uno de mis huesos… pero se que eso ya no tiene sentido. Tus labios tenuemente pálidos besaron mi frente y supe que ya no volvería a verte nunca, pero nunca más.  No importa porque esto dejo de tener sentido desde que nos vimos distanciados uno del otro tras aquel furor de miradas de un otoño totalmente olvidable. Esta bien, no te echo la culpa completamente, pero te hago directamente responsable de mis actos… si, porque debo reconocer que te ame con extremada locura, y se que en el fondo, muy en el fondo, también me amaste, y necesitaste de mi calor, de mis caricias, como yo de tus besos. Llegamos a morirnos sin saber el uno del otro por espacios de horas si nos alejábamos, pero en resumen a esa adicción, por que eso fue una mala adicción, nos fue apagando eso que creímos que iba a perdurar en el tiempo.
Ya no eras ese por el cual me moría al ver, si me moría cuando regresabas, ya no fueron esos los besos que me resucitaban ante la espera, mas bien esos eran los besos de una despedida eterna. Esos brazos que me abrazaban a esperar las noches, son los mismos que me olvidaron y tus manos que tomaban mi rostro para acariciarlo eran las que lo marcaron.
Y sabe Dios cuántas veces mas te hubiera perdonado,  que lo estaría gritando a los cuatro vientos… porque te quería, porque te ame. Te ame.
Pero alguien me hablo, y caigo en la cuenta de que hoy te pido que me perdones, aunque sea demasiado tarde, si estas en algún lado perdóname. Apenas abrí mis ojos hoy lo decidí, voy a confesar. No puedo seguir huyendo con esta triste verdad que nos condena a ambos. Solo me resta seguir viviendo, mirando fijo hacia la nada, con ambas manos pegadas al lado de mi cuerpo. Es hora de oír la condena que me toca, la condena de haber puesto fin a mi dolor… no me digas que estas contento de oírla, no te rías como un loco, que esa risa me recuerda a lo ultimo que oí de tu boca cuanto te dije que te iba a matar… y ya ves… hoy volví de un entierro, de tu entierro. Preguntémonos si esta clase de amor pasional estaba destina a la tragedia, si no era así, ya es demasiado tarde…

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